Sociedad

Personas con hipertensión, obesidad, diabetes y problemas de salud mental enfrentan un estrés mucho mayor con el cambio de hora

El 6 de abril los relojes retrocedieron 60 minutos, hito que para muchos implica dificultades de adaptación.

La idea del cambio de horario se propuso por primera vez en Nueva Zelanda, pero no se puso en práctica hasta la Primera Guerra Mundial, cuando Alemania la utilizó como una forma de ahorrar electricidad. El horario de invierno o verano afecta nuestro ritmo circadiano, que básicamente se conoce como el reloj interno, que ayuda al cuerpo a regular ciclos de sueño y vigilia y muchas otras funciones fisiológicas reguladas por hormonas como el apetito, los niveles de energía y el estado de ánimo, según explicó el académico de la Universidad de Tarapacá, Gonzalo Quintana.

“Cuando alteramos este reloj interno, sometemos nuestro cuerpo a un estrés innecesario para adaptarse a las nuevas condiciones. Esto nos obliga a comenzar un día, una hora antes o después con respecto a la luz solar. La gente necesita despertarse cuando hay luz, no nos sentimos bien cuando adelantamos o rechazamos el reloj”, afirmó el especialista en neurociencias.

Quintana, quien es académico del Departamento de Psicología de la UTA, detalló también que “este cambio puede alterar nuestros patrones de sueño, haciendo que sea más difícil conciliar el sueño a nuestra hora habitual y potencialmente provocando que nos sintamos aturdidos por la mañana. Cuando retrocedemos y ganamos una hora, nuestro cuerpo también puede tardar un poco en adaptarse. En general, el cuerpo puede tardar un par de semanas o más en adaptarse a este nuevo cambio. Hasta entonces, conciliar el sueño y despertarse más tarde o más temprano puede resultar mucho más complicado”.

El psicólogo indicó que “las personas con trastorno del estado de ánimo, especialmente aquellos con trastornos afectivos estacionales, sufren en invierno cuando hay menos sol. Las personas que tienen hipertensión, problemas con presión arterial, obesidad, diabetes y problemas de salud mental también se someten a un estrés mucho mayor en este cambio. La Unión Europea ha acordado que, por ejemplo, todos los países deberían cambiar a un solo horario permanente, en donde la mayoría de la gente, casi un 85%, estuvo de acuerdo. La pregunta es si cambiar al horario de verano permanente o al invierno permanente es lo que queremos ahora en Chile”.

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